La artista del cuento

Catorce arrugas o más y yo estaba en la nebulosa, sin poder armar una frase coherente. Solo lograba tener el recuerdo de aquel que un día me engaño tres años atrás. Tenía en mis papilas un sabor a vino tinto, blanco, que se combinaba con la cerveza.

Esa noche nebulosa e inédita, asimile que el tiempo paso, que fácil por ello tenía catorce arrugas y que ya no tenía sangre en la cara. Al notar esta realidad, al ver mi yo, reí de mi y me dije "Con tanta chela todavía tengo consuelo". Ello se debía a que en esa alcoholizada velada, creí haber encontrado a dos hombres, no se si eran las drogas o era el destino, pero eso dos lograron verme como una mujer que no solo era bonita sino que era divertida pero sobre todo excitante. Debo admitir, que ello me alegraba aún más, porque solo había un hombre en este mundo que podía verme con esos ojos: mi hermano.

Ante ellos me descubrí, dije todo eso que me califica: soy una artista... una artista porno. El silencio me invadió y callé. Me quede con ganas de hablar, tenía mucho que decir gracias a esos cuentos que descubrí debajo de la cama de Reginaldo. Esos cuentos tan divinos y eróticos, que habían dejado una puerta abierta en mi mente, la puerta de lo prohibido. Quería ser la protagonista. Quería acercarme y susurrarle que podía hablarle como más le guste, hacerlo llegar a donde quiera. Entonces, cerré los ojos y el silencio se apago. Empecé a escuchar voces y volví abrir los ojos. Voltee a mi derecha y ahí estaba uno de ellos. Sin pensar lo bese. El acepto ese beso cargado de una sutil invitación, que por cierto fue aceptada de inmediato. Era hora de partir.

Sin embargo, salimos los tres. Mientras caminábamos por la calle, volvió ese silencio y pensé: sería bueno probar los labios del otro. Me pregunte ¿qué pasaría si me acostará con los dos? Las risas salieron y ya estaba en la puerta de aquel edificio en Larangeiras. Un beso triple llevo a esos dos hombres hasta el octavo piso. Estaba dándole vida al cuento.

Repentinamente, una caricia sobre mi mano me volvio a la realidad. Mi mente se despejo y me pregunte: ¿Qué hice?. La respuesta me la dio él: Esta a sido la mejor noche, eres mi artista porno, eres la mujer que quiero siempre en mi cama. Me diviertes, me completas y me exitas sin hacer nada porque eres tú. Eres tu mi otro yo. Finalmente, comprendí que mi mente había ido muy lejos y yo siempre había estado en el mismo lugar. Mi estado nebuloso me saco de la realidad, confundiendo mi imaginación con lo real.

Todo se debió a ese cuento porno intelectual pintado en color violeta, a esa rubia del cuento que te invita a que vivas a mil y a ese olor tan narcótico de un incienso liquido con sabor a Jungle Juice. Lo sé, Felipe me ama tal como soy: la ñaña estrambótica del cuento, la monaguilla con alma de lola, capaz de agredir con la verdad. Pues, soy una vez más pecado capital.